Los portones están medio bajados, los bares vacíos, los niños en casa. Las aceras están en silencio. Hace mucho calor.
Los que cruzan el barrio lo hacen con paso rápido,
como si no quisieran entretenerse. En Jerez el calor verdaderamente es peligroso.
Y por eso en Jerez hay barrios que no viven de día.
Respiran de noche.
Cuando el reloj marca las diez y el aire se vuelve menos espeso, empiezan los saludos desde las puertas, las risas en la calle, la actividad en los bares y tablaos flamencos…
En el momento que el calor da tregua es cuando la ciudad despierta de verdad, con todo su atractivo, con todo lo que ofrece al que la quiere saborear bien.
Y en el barrio de San Miguel, en el número 1 de la calle Empedrada, justo esquina con Cazón, se ubica el local La Gitana. Distinto a todos los demás.
Las piernas de una mujer y un abanico en un cartel rojo neón, es el adelanto de lo que se puede encontrar dentro.
¿Por qué ese nombre?
Porque, aunque los vecinos de toda la vida la ven como una mancha en el barrio, La Gitana sigue siendo hija legítima de esas calles, porque mezcla arte y deseo sin perder el compás del barrio, aunque se trate de un club solo para hombres.
De todos los lugares que despiertan en Jerez a las diez, este sin duda es el que lo hace con más fuerza.
No se trata de un tablao ni un club cualquiera. Pero tampoco es un burdel. La Gitana tiene algo más sutil, más sugerente. Es el resultado de una brillante idea: aunar tablao flamenco con baile erótico, bailes provocativos con el flamenco más puro.
El sargento de la judicial acaba de pasar bajo el cartel luminoso. Los que lo han visto se miran sin hablar.
Se aprecian las grietas que causa su visita, las miradas torcidas. Gestos, señas, movimientos extraños. Algo está a punto de ocurrir…
…algo que solo descubrirás si te suscribes para seguir leyendo estas píldoras de material extra (que no aparecen en los libros), que adelantan la nueva serie que estoy terminando para ti.
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